Hace unas semanas leía una buena propuesta aprista (perdón por el oxímoron). Por iniciativa de Luis Gonzáles Posada, un proyecto de ley que buscaba prohibir el consumo de cigarrillos se discutiría la primera semana de junio en el Congreso. Lo extraño es que no volví a leer u oír una sola palabra del debate. ¿Habrá caído en saco roto? Es una gran incógnita.

Se han dado algunos pasos importantes en el tema, como el retiro de cualquier publicidad televisiva que induzca al consumo del tabaco (si usted no se dio cuenta de esta ausencia, está bien, esa es la idea). Pero aún falta mucho por hacer, como la prohibición que se veía venir y se perdió en el camino.

Otros países ya avanzaron en su lucha encarnizada contra el cigarrillo. Estados Unidos promulgó hace poco una ley que censura los cigarros con aroma, las denominaciones engañosas como “bajo en alquitrán” o “light”, y que pone en manos del gobierno el control la producción, venta y publicidad de lo que fabrique la industria. En España también se pusieron los pantalones y los impuestos para su comercialización comienzan a elevarse paulatinamente.

La rigurosa decisión que se ha tomado en Estados Unidos provino del mismo Barack Obama, conocido fumador, que firmó la ley por su “experiencia propia” sobre cuán difícil puede ser dejar esta adicción.

Solo en el Perú, el tabaquismo causa el 40 por ciento de casos de cáncer y el 90 por ciento de los de pulmón. Ayer, compré un paquete de 20 cigarrillos en una cajetilla metálica. Bonita edición para valer solo seis soles. Mientras la miraba, pensé en cuán poderosa y canalla puede ser la atracción publicitaria y su variedad de estrategias. Hacen falta decisiones más drásticas si se pretende combatir el consumo de tabaco en el país, tomando ejemplos de los gobiernos arriba mencionados. De no ser así, muchas personas –felizmente no yo, fumador ocasional– tendrán que seguir esa absurda caminata de revés que representa el cáncer.