Jason Rohrer o la vida como un juego
Jason Rohrer vive una vida muy particular junto a su esposa y su pequeño hijo. Es un programador de videojuegos y afirma que estos apestan. Extraño. Extraño como él mismo. Rohrer se ha convertido –como jugando– en un artista de culto dentro de una industria en la que el culto escasea, y si existe, apunta a la violencia, el exceso de luces, sonidos, colores, y una densidad de píxeles inversamente proporcional a la profundidad de su contenido.
Rohrer ha creado media docena de juegos que rompe los esquemas de los ‘playstations’, ‘xboxes’ y wiis’. Austeros, poco acelerados, y de una poderosa capacidad para introducirte en su infinita complejidad: la de la vida misma.
Con el amor no se juega, dicen. Rohrer parece pensar lo contrario y desmenuza los temas más existencialistas del hombre frente a la pantalla de un ordenador. La muerte tampoco se escapa, como en “Passage”, la creación que lo lanzó al ‘estrellato’, el juego más letal que haya visto desde la ruleta rusa. Esta es la muerte tal cual. Y al diablo con los Halo o Street Fighters.
Los redactores de revistas especializadas se esfuerzan buscando metáforas para describir estas creaciones, escribe Jason Fagone, cuya crónica pueden encontrar en el último número de Etiqueta Negra (o, en inglés original, en Esquire). Yo lo llamaría el Tarkovski de los videojuegos.
Hay que jugarlo para entender. Pueden descargar estas piezas de arte lúdicas desde acá. Ninguna supera los 2 megas. Sumamente recomendables: “Passage”, “Gravitation” y “Between”.